
Para mí, el arte es una forma ingeniosa de representar un tema, un evento o una reacción al entorno inmediato. Es la evolución visual de géneros tradicionales como el paisaje, la naturaleza muerta y el retrato, así como un diálogo constante con el legado formal e intelectual de movimientos anteriores.
Mi proceso creativo comienza con una idea, la cual define la elección de la técnica, el estilo, los materiales, las dimensiones, el título y el destino final de la obra. Me esfuerzo por integrar todos estos elementos en un conjunto coherente y armonioso.
Más que una representación académica o estética, mi trabajo es un ejercicio de agudeza conceptual, donde cada elemento cumple una función precisa. No me limito a una sola técnica o estilo, sino que abordo problemáticas sociales contemporáneas con todos los argumentos visuales, ya sea de la propia historia del arte o de la incorporación de las formas más novedosas de comunicación social.
Considero que una obra es exitosa cuando es autónoma, capaz de atraer al espectador y generar un diálogo profundo. Aspiro a que la primera impresión conduzca a una inmersión que invite a la reflexión y provoque una experiencia transformadora.
Toda obra de arte es referencial porque surge de la experiencia, la cultura y los conceptos del artista. En mi caso, cada pieza lleva una fuerte carga social, un toque de cubanía y una dosis de crudeza, pero sobre todo, ironía y sarcasmo.